El nado matutino

por Tom Flusty

Sirena
Sirena

Tom Flusty y su esposa Karen nadan cada mañana desde la torre de los salvavidas en playa Marinero, y pasando el faro van hacia mar abierto.

Es media mañana y no hay mucha gente en la playa. Ni que pudiéramos verla, en todo caso, porque estamos frente a la playa Marinero, más allá de la línea imaginaria que dibujamos entre los dos faros. Estamos a mitad de semana y por eso hay pocas lanchas con turistas a tener en cuenta y cero de bananas. Amén.

De vez en cuando se desliza un barco de la cooperativa de pescadores y —después de vernos tres meses al año por 11 años— los pescadores solamente nos saludan y sonríen. Ellos, igual que los salvavidas, no se preocupan por los nadadores, los gringos locos. No hay necesidad.

Playa Principal
Playa Principal

Pasamos la flotilla de barcos anclados —con los pelícanos sentados, como si fueran el público, en los costados del Zyanya y el Billfish, que dice “catch release” por un lado y “catch relase” por el otro, obra, quizás, de un pintor poco seguro del inglés. Aún más lejos pasamos los marcadores familiares: la Capitanía de puerto, Súper Che, y los puentes del andador escénico bajo el faro: el puente amarillo, el arco maya, el puente empinado y la playa de piedras que llamamos tierra de nadie, donde, si luchamos contra la marea al regreso, hacemos ejercicio más fuerte que lo normal.

Bueno, aquí estamos, observando a la vuelta la esquina de la bahía, más allá de los condominios de Leblon y Eglantina y varias casas y palapas que parecen las creaciones miniaturas de un dotado y caprichoso acuarelista. Me volteo boca arriba un rato y miro las briznas de nubes que flotan delante del sol y suavizan el brillo. Me vuelvo y nado un crol apacible que me lleva más lejos. Después me relajo con el nado de pecho justo en el momento en que explota el agua delante de mí con los cuerpos plateados y brillantes de las lisas escapando de un predador submarino.

Playas de Puerto Escondido
Playas de Puerto Escondido

Miro hacia arriba otra vez y una bandada de charranes vuela como dardos desde el sur y se une al frenesí. Éste trae a las fragatas, piratas del mar, volando con donaire y elegancia prehistóricos; se desploman sobre los charranes, las gaviotas y los pelícanos, haciéndolos soltar los peces capturados, para agarrarlos en caída libre... Muy rápidamente todos se han ido... El cielo está tranquilo y la línea del horizonte. limpia y nítida.

Empezamos a subir y bajar en el agua con la llegada del oleaje desde el sur, y un poco de turbulencia viene con la brisa... Miro a Karen y ella me recuerda de la mañana el año pasado cuando ascendimos una ola y nos encontramos cara a cara con una anciana tortuga marina que nos miró directo a los ojos y desapareció en el mar... Y la vez que nos hallamos en el centro de una manada de delfines... Pero cuando el agua se pone revuelta ya es hora de nadar hacia la costa y volver a ser criaturas terrestres una vez más.

Tom Flusty es un poeta que divide el año entre Puerto Escondido y San Juan Ridge cerca de Nevada City, California.

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